Dudas e incertidumbres

Duda es la indecisión cuando tenemos cuando para una decisión y existen varias alternativas. Incertidumbre es el estado mental que surge cuando desconocemos algunos de los factores ‘importantes.

Cuentan Les Luthiers, el grupo humorístico-musical argentino, que “el licenciado Gustavo Pérez y Alonso, como científico que era, cultivaba a todo momento el ejercicio de la duda… Hasta el punto de que no estaba seguro si él era Pérez y Alonso, o Pérez o Alonso“. La inseguridad de este personaje sobre sus apellidos, ¿era duda o, más bien, incertidumbre?

Duda es la indecisión mental que atravesamos cuando tenemos que tomar una decisión y existen varias alternativas aceptables. A manera de ejemplo, si estamos comprando una casa y recibimos dos ofertas ‘equivalentes’, entramos en el territorio de la ‘duda’, pues necesitamos adquirir solo una.

La incertidumbre, por otra parte, es el estado mental que nos surge cuando desconocemos algunos de los factores ‘importantes’ asociados con la decisión. Siguiendo con el ejemplo anterior, si no estamos seguros de la honestidad del vendedor de la casa o de la ‘historia’ de la propiedad, aparece entonces la incertidumbre, una especie de ‘territorio’ desconocido que nos va a demandar mucho ‘olfato’ o más análisis, cuando no ambas cosas.

Para la aclaración de las dudas, debemos analizar todos los factores involucrados, según su importancia. Dudar, además de natural, es útil y tiene el claro propósito de ‘forzarnos’ a encontrar alternativas apropiadas, así a veces nos equivoquemos. Para decidirnos, tenemos que investigar y obtener más información.

Las dudas y las incertidumbres son normales y causan, en general,  pocos problemas. Si surgen conflictos o temores y la situación parece salirse de las manos… Pues, supongo, acudimos a psicólogos, asesores o confesores.

Las cosas se tornan diferentes donde entra la ciencia. Allí la curiosidad que generan las dudas y las incertidumbres en los cerebros científicos han sido el motor del progreso, a veces pasando por encima de las creencias ‘vigentes’; en algunos casos, los creyentes se aferran a sus credos y los financistas a sus intereses, dejando de lado evidencias indiscutibles.

Hay verdades demostradas y, no obstante, abundan los grupos que las cuestionan utilizando argumentos por fuera del tema. A manera de ejemplo, resulta absurdo ‘dudar’ de los cambios climáticos para favorecer explotaciones agrícolas descontroladas, a fin de justificar la destrucción de los bosques.

En un caso más extremo, todavía hoy es común entre algunas sectas religiosas el aferramiento a la creación bíblica. Estos grupos, por fortuna reducidos, rechazan ni más ni menos que… la Teoría de la evolución de las especies. Tales divergencias provienen de un fanatismo incomprensible, que nada tiene que ver con el pensamiento racional. ¿Recuerdan, los lectores más veteranos, “Heredarás el viento”, la célebre película de los años sesenta?

Como incertidumbres reconocidas, aún más retadoras, la materia oscura (un algo que no genera ni absorbe ni refleja luz) y la energía oscura (un desconocido efecto global permanente que está homogéneamente distribuido por todo el espacio) son dos ejemplos de la ciencia moderna. Estos dos entes ‘fantasmagóricos’ ocupan juntos el 95% del universo y la física moderna, más allá de reconocerlos, sabe muy poco de ellos.

A las religiones, por supuesto, la materia oscura y la energía para nada les interesan. De la misma forma, las entidades ‘metafísicas’, como las divinidades y los espíritus, que son parte integral de las doctrinas religiosas, no son del interés de la ciencia.

Aceptar que ignoramos algo, esto es, reconocer nuestra ignorancia, demanda sabiduría y prudencia. Esconder nuestra desconocimiento de algo y aparentar que somos eruditos en algún tema, es pedantería.

“La duda”, dijo Voltaire, “no es una condición agradable… Pero la certeza indiscutible es absurda”. Sócrates quizás inspiró al filósofo francés, cuando expresó, veintidós siglos antes, “Solo sé que no sé nada y, al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”.

Los devotos de la fe incondicional y los dogmáticos en cualquier área, no solo carecen de incredulidades y escepticismos sino que, con su conducta, retardan el progreso de la ciencia. Por fortuna, esta, con el apoyo de la razón y por encima de dudas e incertidumbres, así como de las vacilaciones del lutheriano Gustavo Pérez y Alonso, siempre termina imponiéndose.

Bogota, marzo 18, 2020

Compartir

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *