El invento del año

El genoma es toda la información genética de un organismo, todo el material hereditario que éste posee. Para imprimir mi genoma dizque se necesitarían –hoja más, hoja menos– cinco mil libros de trescientas páginas cada uno. ¿Será que alcanzo a leerme una fracción de mí mismo?

Pues resulta que el Invento del año, de acuerdo con la revista Time, es un test de cuatrocientos dólares, denominado 23andme que, basado en nuestra enciclopedia genética y mediante una especie de lectura superrápida, puede descifrar y predecir completamente no solo nuestro comportamiento sino también la enfermedad de la cual nos vamos a morir. No hay duda, 23andme va a dejar sin empleo a más de un quiromántico, uno que otro astrólogo y a todas las lectoras de cigarrillo y chocolate.

23andme nos pronostica variables tan diversas como la inteligencia (si le hubieran aplicado esto a los presidentes que sabemos antes de elegirlos), la posibilidad de adquirir ciertas enfermedades (las que ya tengo, no necesito que me las digan; las que no, no quiero saberlas), la magnitud de la calvicie (el espejo me la recuerda todos los días), la intolerancia a la lactosa (ya sabremos a quien no debemos invitar a casa), la predisposición al Alzheimer (que no se me vaya a olvidar) y la cantidad de cera en los oídos (¿me podrías hablar más alto, por favor?).

Aunque un poquito más específico que las adivinas y los brujos –veo un luto en tu familia, va a recibir un e-mail–, 23andme expresa todos sus pronósticos en porcentajes. Algunas de las variables que nos entrega son más o menos concretas –usted no es resistente al Sida (importante para los que piensan salir del closet), usted no se enrojece cuando está borracho (¿será que sí cuando se avergüenza?)– pero la gran mayoría de los resultados son expresados como porcentajes: 0.5% de probabilidad de contraer cáncer en el esófago, 10-20% de desarrollar cálculos renales, pequeña posibilidad de ser un corredor de pista…

Sinceramente ¿amerita esta prueba genética, que en realidad es el acopio de muchos estudios y descubrimientos previos, ser catalogada como el invento del año? Dejo al lector la respuesta. En la lista de los cincuenta desarrollos que presenta Time hay cosas asombrosas que serían mejores candidatos al número 1: el “colisionador” Hadron (#5), unas algas que se vuelven combustible (#11), una mano biónica (#14), un organismo sintético (#21) y una túnica para la invisibilidad (#28, no entendí lo que hace y, menos aún, la manera cómo funciona). Y hay otros “inventos” que no sé cómo se colaron en el artículo. Dos ejemplos: una nueva manera de hacer el servicio en ping-pong despistando al contendor y los nuevos siete pecados capitales. Yo creí que todos los pecados ya estaban todos inventados. Miren las vueltas de prioridades que da la Iglesia Católica: Juan Pablo II se dedicó a descubrir nuevos santos –482 más 1338 beatos en su reinado– mientras que el énfasis de Benedicto XVI anda por nuevos pecados. Curioso ¿verdad? Se acabó entonces la cosecha de santos.

Bueno, para terminar, encontrémosle –inventémosle– algo positivo al 23andme. ¿Saben a qué material le hacen la prueba para estudiar los jeroglíficos de nuestros cromosomas? Pues no es ni a la sangre ni a la orina ni siquiera a un trocito de piel; es ¡oh sorpresa! a una muestra de saliva; como quien dice, babé usted aquí en este frasco su pasado y su futuro. Esa sí es buena noticia. La gente ya no volverá a escupir más en suelo pues correrá el riesgo de que le encuentren que su pésima educación es de crianza y padres incultos o definitivamente usted es un grosero genético desde el día de su nacimiento.

Atlanta, noviembre 12, 2008

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