La definición de la palabra ‘sentido’, como cualidad de los seres vivos, es muy simple: “La facultad mediante la cual alguien percibe y distingue un estímulo externo”. Precisar cuántos y cuáles son los sentidos de los humanos es un interrogante más complicado.
La respuesta estándar, sugerida por Aristóteles hace ya veinticuatro siglos y que aprendimos desde la infancia, establece que los sentidos son cinco -la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto-, y que sus correspondientes órganos asociados son los ojos, los oídos, la nariz, la lengua y el sistema sensorial del cuerpo.
Décadas atrás esta lista era… completa. Hoy, y desde hace ya algún tiempo, sabemos que, además de estos cinco iniciales, existen muchos otros sentidos para un gran total que oscila, dependiendo de la fuente, entre diez y cincuenta. La amplitud del rango refleja la complejidad de un tema que, por lo demás, parecería sencillo; entre los adicionales figuran los sentidos de temperatura, movimiento/quietud, tiempo, orientación espacial y balance corporal.
A pesar de las discrepancias alrededor de su número, sí hay acuerdo académico en diversos puntos, entre los cuales vale la pena resaltar dos: (1) el olfato y el gusto son los sentidos más antiguos y existen en todo el reino animal, desde los organismos unicelulares más primitivos hasta los elefantes, las ballenas y… los humanos; (2) los mamíferos y otras especies que nos antecedieron en los últimos seis millones de años ya disponían de los cinco sentidos convencionales, habiendo diferencias académicas, eso sí, sobre el cómo y el cuándo de su aparición.
Tanto los humanos como los animales dependemos del olfato y de la vista, así como de la memoria de lo que nos encanta o desagrada, para la selección de los alimentos que hemos de consumir. También sabemos con certeza que muchos organismos se comunican a través de su olfato.
El olfato genera, además, ‘advertencias’ defensivas. El neurocientífico Johan Lundström dice que todo organismo, se in importar la especie o el tamaño, posee detectores sensoriales de sustancias químicas que le permiten anticipar amenazas a distancia.
De acuerdo con investigaciones de la doctora Dolores Malaspina, psiquiatra de la Universidad de Nueva York, las deficiencias en la capacidad para percibir y distinguir olores contribuyen o, al menos, inclinan al retraimiento y la incomunicación que afectan a algunos esquizofrénicos.
Hay en la naturaleza otros casos de aplicaciones secundarias de esta función: Marcar y ‘frotar sus olores’ son también formas de comunicación olfativa excluyente entre los mamíferos. A manera de ejemplo, los osos restriegan sustancias olorosas en su suelo como una forma de marcar territorio, esto es, de informar a otros que ellos, los dueños, se encuentran allí y que los potenciales intrusos deben mantenerse alejados.
En resumen, los humanos y, en general, todos los vertebrados, poseemos varios sentidos, adicionales a los cinco aristotélicos. ¿Cuántos más? No hay unanimidad académica. Las fronteras funcionales de la visión y la audición, al igual que las de la óptica y la acústica están claramente definidas.
Por el contrario, el gusto, el tacto, el olfato… y todos los nuevos sentidos suplementarios hoy identificados o sugeridos -balance corporal, orientación espacial, temperatura, posición corporal…- carecen de fronteras precisas. En consecuencia, resulta imposible dar una cifra confiable del número. Internet lista referencias de varias propuestas a la pregunta del párrafo anterior, con un amplio y sorprendente rango: entre 10 y 33: Parece pues que carece de sentido… contar los sentidos. Así que los cinco propuestos por Aristóteles siguen siendo válidos, al menos para la educación básica.