La evolución de las especies es el desarrollo y la diversificación de los organismos vivos por selección natural. Selección natural es el proceso por el cual los seres vivos mejor adaptados a su ambiente viven más tiempo, dejan más descendencia y sus especies tienden a perdurar. Psicología evolutiva es la rama de la psicología que estudia la estructura de la mente desde el punto de vista de la evolución para identificar la influencia de las adaptaciones provenientes de la selección natural en las cualidades mentales (inteligencia, lenguaje, percepción, etc.).
Es en el territorio de la psicología evolutiva donde el biólogo Dominic Johnson plantea una interesante teoría, según la cual las creencias milenarias en castigos sobrenaturales, permanentes desde siempre, han contribuido a la superación de muchos de los retos mayores enfrentados por la humanidad. Para este británico, el cerebro humano, el de ahora y el de hace doscientos mil años, posee un detector constante que identifica y anuncia la presencia de peligros.
Si hace miles de años una advertencia de este detector a mi retro-retro-tatarabuelo era incorrecta (no fue un tigre sino el viento lo que movió las ramas), pues nada sucedía y el ‘dispositivo’ seguía funcionando. Pero si la amenaza era real y mi antepasado teórico no lograba escabullírsele al tigre, pues la combinación genética que se convirtió en este columnista jamás hubiera pisado la Tierra.
Resulta fácil imaginarse fuerzas sobrenaturales tanto de los miedos infundados provenientes de las falsas alarmas (fue un fantasma quien sacudió el arbusto) como de los temores de otros miembros del clan cuando alguien desaparecía (se lo llevó un demonio), como debió ocurrir en incontables oportunidades. Con razonamientos parecidos a este, el doctor Johnson sugiere que la creencia en amenazas sobrenaturales es una adaptación evolucionaria similar a las señales de defensa o fuga que tienen todos los animales. De tal imaginación, agrega, provienen los instintos religiosos.
El doctor Johnson es un científico, no un devoto de algún credo, y no tiene interés en ofender a los creyentes. Los miedos que él sugiere también están codificados en los genes de los ateos y, cuando hay un peligro real, la reacción automática a las alarmas no depende de si el afectado cree o no en Dios.
Por otro camino, el de la necesidad de pertenencia y de la conveniencia social de la reciprocidad, el biólogo Edward Wilson también llega a los comportamientos religiosos por adaptaciones genéticas: “En el curso de la evolución, los genes que predisponen a la gente hacia la cooperación terminarían predominando en la mayoría de la población como un todo; tal proceso, repetido por millares de generaciones, daría inevitablemente nacimiento a los sentimientos morales”.
Resumiendo las ideas del doctor Johnson, la selección a nivel social dio origen a los instintos religiosos, a través de temores legítimos que favorecieron la supervivencia; de allí provienen las creencias en fuerzas sobrenaturales. Las entidades inmateriales asociadas a tales fuerzas varían de cultura a cultura.
Por otra parte, la promoción de las iglesias que de allí nacen depende totalmente de los líderes que las estructuraron o favorecieron, y su expansión es ajena a la psicología evolutiva. En otras palabras, los miedos metafísicos provienen de la selección natural pero las religiones son obra exclusiva de dirigentes humanos.
Por ejemplo, la evolución de las múltiples deidades de la antigüedad hacia un solo Todopoderoso fue sugerida inicialmente por un faraón, Amenofis IV, y posiblemente escuchada por la cabeza, esa sí medio-mítica, de Moisés (siglo XIII a. C.). De la misma forma, la Trinidad cristiana -tres personas en un solo Dios- fue planteada por algunos teólogos de la antigüedad (siglos II y III), pero solo fue convertida en dogma por el Concilio de Nicea (siglo IV), una reunión de obispos convocada por un emperador. Por último, la posterior evolución hacia la divinidad única de los musulmanes, con una sola deidad inequívoca, fue también obra de un efectivo líder (siglo VII).
Si las religiones son creadas y promovidas por seres humanos, y si no van a desaparecer pronto (como sostiene el doctor Wilson), y si tanto los temores a fuerza sobrenaturales como los instintos morales están codificados en nuestros genes… ¿Aparecerá alguna vez una religión atea que calme tales temores y satisfaga tales instintos? “Eso solo Dios lo sabe”, bromea la revista ‘The Economist’, en una nota reciente sobre la hipótesis del doctor Johnson.
Atlanta, febrero 4, 2016