La experiencia del éxtasis

Gramática es la organización de los elementos de una lengua y de la forma como estos se relacionan para que sus estudiosos puedan escribir correctamente. Preceptiva literaria es el conjunto de sugerencias y observaciones que nos ayudan a escribir mejor, más claro y más ordenado. El profesor Héctor Moreno, mi excelente maestro de ambas disciplinas en el bachillerato, fue quien sembró en mi cabeza las primeras semillas para escribir, por placer y no por obligación.

El profesor Moreno me hizo aprender de memoria la  ‘Oración a Jesucristo’, de Marco Fidel Suárez, presidente de Colombia entre 1918 y 1921. En este piadoso texto, el escritor atribuye la vivencia de los estados extáticos directamente a la fe y expresa con énfasis, que “el éxtasis de la contemplación que anticipa el cielo, de Jesucristo proviene.”

No es así, sin embargo. Las experiencias extáticas no solo ocurren en casi todos los credos, cristianos o no, sino que también son comunes en personas sin ninguna afiliación como Krishnamurti, que criticaba tanto los mantras para meditar como las oraciones para silenciar la mente o pedir favores. “El silencio y la atención total son lo importante”, decía este filósofo hindú del siglo XX.

La fe religiosa (sea en Jesús, en Dios, en los santos…) surge y crece tanto de los estados de calma y placer que muchas personas experimentan durante sus rituales, como de la abstracción ‘mental’ que conlleva la oración. Del éxtasis así inducido surge el fervor. El éxtasis es un estado de trance, una capacidad natural del cerebro humano, comúnmente favorecida por la quietud, el silencio, el aislamiento y el sometimiento a la experiencia del momento.

¿Qué es el éxtasis? Esta palabra, del griego ekstasis, ‘estar afuera de sí mismo’, además de ser una droga anfetamínica y una experiencia placentera de admiración por algo (un paisaje, una obra de arte…), también significa (1) el estado mental caracterizado por la fusión de la consciencia individual con una entidad trascendental, como la deidad hacia la cual el devoto creyente profesa fe incondicional. Y (2) el fenómeno estrictamente humano que se alcanza en la práctica continua y disciplinada de la meditación silenciosa.

La meditación, convertida en oración, también es aplicada en todas las religiones y se utiliza, a veces con otras denominaciones, para abrir espacio a las experiencias extáticas.

En el camino noble del Buda, que consta de ocho hábitos, el éxtasis es el octavo y último ítem de la lista. El recto éxtasis, como el Sabio lo denomina, no es, sin embargo, de carácter religioso. No hay entidades metafísicas en las enseñanzas del Buda. Dos cosas deben resaltarse, sin embargo.

En primer lugar, la experiencia del éxtasis es común a todos los credos religiosos, incluidos las tres corrientes de la religión budista -la escuela del sur (Tailandia, Myanmar, Sri Lanka…), la escuela del oriente (Japón, Corea, China…) y la escuela del norte (Tíbet, Bután, Nepal…). En segundo lugar, como en todas las religiones, existen rituales en el budismo religioso.

En los practicantes de las enseñanzas no religiosas del Buda, entre aquellos que en su ‘recorrido’ del camino noble llegan hasta tales experiencias, los éxtasis resultan ‘espontáneamente’ (aunque no frecuentemente) de la meditación silenciosa y disciplinada. Pero… los éxtasis no deben buscarse. Quienes los persiguen, nunca los van a alcanzar.

Excepto su realidad como un fenómeno cerebral, los neurólogos poco saben a ciencia cierta sobre la experiencia extática. Se acepta que existen individuos especiales -generalmente ‘santos’ dentro de sus correspondientes credos o ‘virtuosos’ en la conducta de sus propias vidas, sin apegos de ninguna clase, que poseen una predisposición natural hacia tales experiencias.

También es de aceptación general que no hay procedimientos o pasos a seguir para alcanzar el éxtasis. Así que para las religiones divinas, para la fisiología humana… y para este columnista, la experiencia real del éxtasis continúa siendo un misterio… un misterio científico, no un milagro religioso.

Bogotá, febrero 5 de 2020

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