Alguien en Manhattan, bien entrado en tragos, interroga a un policía: “¿Dónde estoy, señor?” “Usted se encuentra en la Quinta Avenida con Calle 34; allí está el edificio ‘Empire State’ y para allá queda…” “Sin detalles, por favor”, interrumpió el borracho. “Solamente dígame, ¿en qué país?” ¿Le sucede esto solo a los ebrios? Aunque no de la misma forma, la astronomía y la física también están alterando nuestro entendimiento de localización y tiempo.
Cuando nos preguntan dónde nos encontramos, respondemos con una dirección o una referencia a algún lugar conocido. Un bromista contestaría ‘yo estoy aquí’. “¿Dónde es aquí?”, le podría replicar un astrónomo. “La Tierra gira alrededor del Sol a treinta kilómetros por segundo y el sistema solar le da vueltas al centro de la Vía Láctea a una velocidad siete veces mayor. Cuando usted termina de pronunciar ‘aquí’, ya está bastante lejos de donde se encontraba cuando pensó en decirlo.
A pesar de semejantes velocidades, las nociones del espacio entre dos puntos y del tiempo para recorrerlo eran entendibles con las leyes de Isaac Newton, así habláramos del cosmos o del parque de la esquina: Distancia es velocidad por tiempo; recorrer quinientos metros, a cien metros por minuto, toma cinco minutos.
En nuestra física de bachillerato el espacio constaba de longitud, altura y profundidad. ¡Sencillísimo! Teníamos algunos problemas con el tiempo psicológico -un minuto de amor es más corto que un minuto debajo del agua- pero un segundo era un sesentavo de minuto; este, un sesentavo de hora; y esta, un veinticuatroavo de día.
Desde 1967, ya no es tan elemental: Un segundo, asústense, es “la duración de 9 192 631 770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio, a una temperatura absoluta de cero grados Kelvin.” ¡Hágame el favor! ¿Incrédulos? Búsquenlo en Wikipedia.
Antes teníamos noción, intuitiva pero segura, de lo qué era un segundo y de lo que era un metro. Pero a Albert, así le decimos a Einstein sus admiradores, le dio por decir que el espacio y el tiempo constituían un continuo inseparable, un medio moldeable y ‘curvable’… Espacio-tiempo fue el nombre que se le dio a esta entidad ‘plástica’ y etérea, albergue de todo lo existente. Aquí sí se complicó el asunto.
En este espacio-tiempo hay singularidades, hipersuperficies, agujeros negros, agujeros de gusano y otros fenómenos cuyos significados solo los entienden los genios. Los agujeros de gusano dizque son especies de túneles, aún no observados por ningún telescopio pero matemáticamente demostrables, a los que se entraría por el lado del ‘aquí’ y el ‘ahora’ convencionales y se saldría por la otra punta a un sitio y una época diferentes. Hipotéticamente, podríamos ingresar en un bus cósmico por la punta de un gusano negro y regresar por la otra antes de haber iniciado el viaje. Este asunto lo entienden solamente en las universidades famosas; el resto de los mortales creemos en san Albert y nos entretenemos con ‘Interestellar’, la célebre película.
El espacio-tiempo curvo causa la fuerza de gravedad, la misma que descubrió el también admirado Isaac en el siglo XVII. Como en un espacio-tiempo curvado es imposible moverse en línea recta, Isaac se hubiera chiflado con las teorías de Albert: Ya no hay ‘aquí’ sin ‘ahora’ y como ‘ahora’ acaba de pasar pues no podemos decir con certeza que estamos ‘aquí’.
Volvamos entonces al interrogante inicial, ¿sabemos dónde estamos parados? Creemos que sí: Aquí mismo, insisto yo. Si alguien no nos está viendo, le daremos la dirección del sitio y le enviamos las coordenadas exactas que nos da el sistema de posicionamiento global (GPS) de nuestro teléfono.
Sin embargo, Don Marolf, físico teórico de la Universidad de California en Santa Bárbara, no está tan seguro: “Para preguntar acerca de aquí, debemos tener claro lo que queremos decir con ‘aquí ’; eso no es tan fácil de hacer”. ¿No era pues más sencillo el mundo con la física newtoniana? Por lo pronto, sé que estamos ‘aquí´ parados en el planeta Tierra. No obstante, ‘ahora’ tengo mis dudas de si puedo burlarme del borrachito de Manhattan.
Atlanta, noviembre 22, 2015