Soñar, dormir, morir…

Hace poco, algo parecido puede haberles sucedido, me quedé profundamente dormido mientras leía alguna revista. No sé cuánto duró mi letargo pero, cuando desperté, los segundos siguientes fueron muy apacibles. No sabía en qué lugar estaba pero eso poco importaba; yo estaba como en el aire. Me sentía recién llegado aunque no tenía idea de dónde.

Todo fue muy rápido. Instantes después se me ocurrió que la muerte podría ser igual a ese lugar silencioso donde me encontraba. “¡Qué tontería!”, aterricé y corregí pronto. “La muerte no es una experiencia; la agonía consciente, sí”.

¿Existe alguna relación entre soñar, dormir y morir? La palabra ‘sueño’ tiene dos significados -el de dormir y el de soñar-. Sus correspondientes propósitos fisiológicos, sin embargo, están aún confusos para la ciencia: ¿Por qué dormimos? Y, más complicado aún, ¿por qué soñamos? Morir, en cambio, es una transición bastante precisa.

La función de dormir, la de quedarnos quietos con los ojos cerrados para apagar la consciencia, diariamente y por largo rato, -menos de dos horas en fracciones de diez minutos, para las jirafas; ocho horas para este columnista- parece tener que ver, según teorías recientes, con actividades de mantenimiento en el computador cerebral y en sus bases de datos.

Mientras dormimos, el cerebro dizque efectúa ajustes importantes en los archivos neuronales, borrando las experiencias insignificantes del día y afianzando las conexiones nerviosas de lo que es importante. No son solo datos inútiles los que se barren en este aseo craneal; también, en paralelo, ocurre una limpieza del hardware, durante la cual el líquido cerebroespinal -el fluido que baña el encéfalo y la médula espinal- elimina micro-desperdicios de los espacios inter-neuronales. ¿Cómo sabemos esto? Pues porque así sucede, al menos en los cerebros de ratones dormilones, según una investigación del Centro Médico de la Universidad de Rochester.

Innecesario decirlo, los perjuicios de no dormir son mucho más evidentes, sobre todo cuando el desvelado es uno, que los beneficios del descanso plácido. Por supuesto, que los científicos tampoco saben cómo las jirafas, durmiendo tan poquito (por falta de almohadas cómodas, supongo), pueden caminar, como lo hacen a toda hora, sin afán alguno y con la cabeza siempre en alto. (Aclaro, mi almohada es súper-confortable).

?El asunto de por qué soñamos es todavía más complicado. Según el psiquiatra Matthew P. Walker de la Universidad de California en Berkeley, mientras dormir es una actividad rutinaria de mantenimiento, soñar es, ni más ni menos, una sesión de terapia que nos permite procesar memorias difíciles y desagradables, en un ambiente mental donde la rígida y estresante lógica no interviene.

La teoría, difícil de comprobar, es interesante. “Cuando soñamos, el cerebro podría estar ofreciéndonos nuestra propia sesión de terapia personalizada”, dice el neurólogo Bryce Mander, también de Berkeley. ¡Qué tal eso! Las pesadillas, me imagino, vienen a ser especies de terapias electro-convulsivas, antes conocidas como electrochoques, que realmente nos sacuden.

Los sueños han fascinado a la humanidad desde siempre; sus interpretadores, más como sabios que como brujos, aparecen en muchas obras literarias o sagradas de la antigüedad. ¿Se acuerdan del profeta Daniel? De la interface entre los soñadores poderosos y los adivinos avispados bien pudo estar el origen de los espíritus inmateriales, paralelos a nuestro cuerpo físico, hipótesis esta que pronto evolucionaría hacia la noción religiosa de alma. La realidad es que, cuando soñamos, nos sentimos en verdad como ‘almas errantes’.

No sorprende pues que las dos experiencias -la de dormir y la de soñar- sean comparadas con la muerte y la vida, respectivamente. Durmiendo no somos ni estamos. Soñando, en cambio, como que sí somos y sí podemos movernos a nuestro gusto.

¿Y el sueño eterno? Cuando llamamos así a la muerte, ¿nos referimos al cuerpo, que ya no despertará, o al alma que deambulará por siempre? La experiencia al inicio de esta nota respalda mi preferencia por lo primero. Quien se muere es el cuerpo cuyas funciones se extinguen… Sin ningún sujeto que se enfrente con la parca y sin ningún espíritu que resucite en paraísos posteriores, reencarne en otro ser, o renazca en alguien más como una forma desconocida de energía. Aquí la película se acaba y se borra.

Atlanta, junio 27, 2016

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