Un accidente afortunado

La investigación ‘arqueológica’ del cerebro humano resulta imposible; los fósiles son osamentas prehistóricas…que solo proveen información general de sus dueños.  No existen, por lo tanto, ‘rastros neuronales’ de nuestros antepasados remotosy los sabios de la antigüedad, el Buda y Aristóteles incluidos, consideraban que la consciencia residía en el corazón.

Las raíces de la erudición formal provienen del Antiguo Egipto y la Mesopotamia, unos 4.500 años atrás; los primeros indicios de ciencia -física, química, medicina…- se encuentran a lo largo de muchos siglos; la neurología, el estudio del sistema nervioso, en cambio, dio sus primeros pasos hace tan solo cinco siglos. Su despegue reciente como ciencia moderna, curiosamente comenzó con un evento fortuito.

Un accidente, ocurrido en septiembre 13 de 1848, que aceleró la investigación del cerebro humano, condujo con el tiempo a la desaparición de las creencias erradas alrededor de este órgano. Durante la construcción de un ferrocarril en el estado de Vermont, Estados Unidos, una explosión accidental disparó una varilla, de casi un metro de longitud, que entró por el ojo izquierdo de Phineas Gage (1823-1860), un capataz de la operación, y salió por la parte de atrás de su cabeza, para caer a veinte metros del paciente.

El doctor Martin Harlow, el médico  que asistió a Phineas Gage, documentó en detalle el accidente y despertó un silencio de dieciocho siglos en la historia de la medicina. Los progresos modernos en la comprensión nuestra ‘unidad central de proceso’ (por asociación con los computadores) se dispararon a partir de entonces. Este columnista conocía la historia mencionada desde años atrás; su más reciente lectura  en ‘Supercharge your brain’ (Sobrecargue su cerebro), un libro de este 2022 del doctor James Goodwin, Universidad Loughborough, Inglaterra, motivó esta nota.

Paradigma es una manera de pensar o actuar que determinanuestros comportamientos y opiniones, y que tiende a convertirse en dogma encubridor de alternativas. La primera explicación científica del cerebro provino de Galeno, cirujano y filósofo del siglo II, quien consideró la masa de tejidos que reside  en nuestro cráneo como el asiento tanto de la razón como de las funciones mentales y corporales. ¡Qué sabio extraordinario fue este romano! Por extraño que parezca, durante los diecisiete siglos que siguieron a Galeno, no hubo progreso significativo alguno en la comprensión del cerebro.

Hasta mediados del siglo XIX, las ‘explicaciones’ del cerebro giraron alrededor del mesmerismo -la vida proviene de una fuerza natural invisible- y la frenología -cada área del órgano mental tiene funciones especializadas-. Ambas interpretaciones eran erradas y limitaron -bloquearon- la investigación de la mente.

Con el desarrollo de la tecnología, tendemos a comparar nuestro cerebro con la unidad central de proceso de los computadores. Existen, en verdad, demasiados prodigios que los equipos modernos ejecutan y que los humanos nunca podrán efectuar. Lo extraordinario de nuestro cerebro, sin embargo, son aquellas tareas  que este órgano puede realizar, sean positivas -amar, perdonar, razonar…- o negativas -odiar, ofender, disparatar- que los modernos procesadores  podrán simular o aproximar, pero que jamás ejecutarán de la misma manera como lo hace nuestra mente.

Por otra lado, existen incontables ejemplos de actividades que los equipos de computación ejecutan en segundos y que los seres humanos jamás realizaremos, tales como cálculos complejísimos o manejo de volúmenes descomunales de datos.

Algunos descubrimientos de la medicina -el marcapasos y el viagra, entre muchos- fueron más fruto del azar, que de la aplicación del método científico. Las casualidades, por supuesto, ocurren también fuera de la ciencia: Cristóbal Colón, así me lo enseñaron en primaria, no esperaba encontrar un nuevo continente; el navegante andaba detrás deun camino diferente para llegar a la India… que no pasara por Constantinopla (hoy Estambul), la única ruta disponible, y que entonces “estaba en poder de los enemigos turcos”. Algo parecido ocurrió con el accidente de Vermont en 1848…  Las investigaciones que le siguieron, según el doctor Goodwin, “acabaron con el ‘fantasma en la máquina humana’ y abrieron las puertas a la neurociencia, la psiquiatría y la psicología  modernas”… algo así como un descubrimiento de América, en el mundo de la ciencia médica.

Bogotá, enero 28, 2022

Compartir

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *