====Vejez y demencia====

===No existen recetas que desaceleren el paso del tiempo===

La vejez y la muerte son inexorables… por más que queramos esconder el paso del tiempo en nuestro cuerpo -cabeza, tronco y extremidades- con cualquiera de las múltiples aproximaciones existentes, desde cremas y maquillajes, pasando por una amplia variedad de ejercicios y técnicas, hasta cirugías con estiramientos de arrugas y ajustes anatómicos.

La demencia, el deterioro progresivo de las facultades mentales, causante de serios trastornos cognitivos, como pérdida de memoria, lentitud mental, incapacidad para efectuar actividades de complejidad moderada, es más aterradora que la misma muerte. La vejez -la edad de adulto mayor, para que suene menos dramático- ya le llegó a este servidor y el espejo se lo recuerda todos los días. ¿Y la demencia? Pues, dentro de lo que sea posible, tenemos que mantenerla a raya, lo mejor que podamos, con ejercicios físicos, actividad mental y actitud positiva.

Según la Clínica Mayo, Rochester, la demencia no es una enfermedad precisa y obvia, sino una gama amplia de síntomas causados por el paso del tiempo o por otras enfermedades. Con variables grados de intensidad, dependientes de la genética de cada persona, la demencia es preocupante a todos los niveles -individuo, familia, sociedad-.

Existen más de cuatrocientos tipos de demencia que en el 2020 afectaron a unos 55 millones de personas en el Planeta; el setenta por ciento de los casos provino de la enfermedad de Alzheimer, un trastorno neurológico irreversible y progresivo que lentamente destruye la memoria, el sentido de orientación y la capacidad de pensar para, eventualmente, impedirle al paciente realizar por sí mismo las tareas más simples. Lamentablemente, en un mismo paciente, pueden simultáneamente presentarse diferentes variedades del mal.

La demencia, que puede aparecer tan tempranamente como a los cuarenta y cinco años, aumenta con la edad, sin ser parte integral del envejecimiento normal. Los favorecidos por la genética, como alguien muy cercano al suscrito, quien falleció a los 104 años, permanecen lúcidos hasta el final de sus días.  

El desconcierto de las ciencias médicas alrededor del tema es similar, de cierta manera, al de los curiosos y los temerosos del mal cuando nos da por leer escritos sobre desórdenes mentales. Desde nuestra temprana adolescencia, todos recordamos a algún adulto mayor con dificultades físicas o mentales que nos despertaba compasión, tristeza o desconcierto. “Allá no quisiera llegar”, pensábamos entonces.

La ‘demencia’ no es una enfermedad específica; la expresión describe un grupo de síntomas que afectan progresivamente la memoria, la razón y la capacidad de interacción social hasta alcanzar niveles que interfieren seriamente con la vida rutinaria. La enfermedad de Alzheimer es la causa más común de demencia.

Para mostrar la influencia de la edad, The Economist, la revista inglesa, estima que, en el Reino Unido, un país con estadísticas confiables, una de cada catorce personas mayores de 65 años y una de cada seis por encima de los 80 años sufre de demencia; se proyecta que para el 2025, en Inglaterra, el número de personas con demencia será superior a un millón de casos.

Aunque la demencia casi siempre implica pérdida de memoria, este síntoma puede tener otras causas; tal disminución, por sí sola, no significa que alguien sufra de demencia. Tampoco debemos ignorar, por supuesto, que la desmemoria es, ciertamente, uno de los primeros signos de tan lamentable deterioro.

Todavía no existen recetas que desaceleren los efectos del tiempo en la vida humana. Los ‘tratamientos’ engañosos son más paliativos y máscaras que soluciones certeras para desacelerar el curso normal de la existencia.

Una anécdota para cerrar esta nota: En algún show -el video circula por Internet- el presentador de turno le pregunta a Michael Caine “¿Cómo se siente usted estando ya viejo?” El actor responde sin mucho esfuerzo: “Considerando las alternativas… ¡fantástico!” No puede haber mejor actitud ante lo ineludible.

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