La comunicación es una necesidad humana que nos permite interactuar con terceros, tanto para cumplir con las exigencias básicas de alimentación, techo y trabajo, como para tomar decisiones, expresar sentimientos y considerarnos parte de algo exterior a nosotros. Y para muchas cosas más.
La mensajería instantánea es una tecnología de finales del siglo pasado, que utilizamos para chatear –para ‘conversar’ en línea– que facilita la transmisión de textos por Internet. ¿Satisface esta tecnología la muy humana necesidad de comunicarnos? Parece que sí… pero solo parcialmente. ¿Por qué? Porque tan solo una porción reducida de lo que se envía es redactada por la persona que la remite.
La gran mayoría de las notas que circulan por Whatsapp son meros enlaces de la Red o textos escritos por otros que, así el remitente esté de acuerdo con su contenido, su reenvío no llena, de ninguna manera, ni sus necesidades de interacción ni las de quienes los leen. Whatsapp establece y maneja una conexión electrónica que permite a dos o más usuarios la posibilidad de textear o de conversar en línea, de forma simultánea, como si todos los participantes se encontraran en una reunión presencial.
La primera experiencia de este columnista con chateo data de los años ochenta con Profs, un software, diseñado por la IBM para reemplazar la ahora desaparecida ‘máquina de escribir’. Desde terminales de escritorio, Profs corría en los computadores ‘gigantes’ de entonces, cuya capacidad tecnológica era una fracción de la de un teléfono celular de hoy.
La expresión ‘grego’, que utilizo con frecuencia en mis escritos, intenta reflejar el balance entre el comportamiento gregario grupal, en contraposición a la conducta individualista del ego que, en mayor o menor grado, desplegamos todos los seres humanos. De un apropiado balance entre ego y grego depende la supervivencia misma del individuo o, cuando menos, su efectividad.
Por nuestro grego, los seres humanos tenemos la necesidad de formar parte de algo, sean núcleos pequeños (pareja, familia, círculo de amigos…) o grupos numerosos (clubes, iglesias, partidos políticos…). Los animales, en general, tienen ego cero y grego, variable dependiendo de la especie; algunos mamíferos (osos, leopardos, koalas…) son solitarios.
Regresando al tema central, los textos se transmiten entre dos o más usuarios, todos conectados en una red común. La mensajería se diferencia del correo electrónico en que las conversaciones en aquella ocurren inmediatamente, en tiempo real.
¿Utilizan los tímidos los intercambios por Internet como una práctica que alivia su soledad, sin tener que sufrir la incomodidad de la reuniones en vivo? Parece ser así y sus intercambios en línea posiblemente sí satisfacen su necesidad de pertenencia.
Para algunas personas, la mensajería instantánea reduce la ansiedad y abre la puerta a la espontaneidad para comentar u opinar en grupos. Mediante esta tecnología, los tímidos pueden aliviar su soledad mientras evitan la incomodidad que ellos experimentan en reuniones sociales con extraños.
Todos, los de pocas palabras y los parlanchines, por igual, tenemos la necesidad de comunicarnos… El chateo ha surgido como una opción facilitadora de interacción que abre puertas para que los reservados y los excéntricos salgan de su aislamiento y se conecten virtualmente con docenas, sino centenas, de desconocidos.
De estos encuentros surgen con frecuencia idilios que culminan en relaciones formales… de los cuales solo una fracción aparece en las noticias. No existen datos sobre el porcentaje de tímidos que utilizan la mensajería como una opción en búsqueda de encuentros románticos y eventual compromiso matrimonial. Pero, sin duda alguna, las empresas sí se comunican más fácilmente hoy que en el pasado con sus clientes, actuales y potenciales, y pueden, con mayor facilidad, localizar y entrevistar candidatos en sus búsquedas tanto de nuevos empleados como de potenciales contratistas. Tanto en lo personal como en lo empresarial, la mensajería instantánea ha tenido un impacto importante en el mundo de los negocios del tercer milenio.
Bogotá, febrero 15, 2022