¿Cuánto más podremos multiplicarnos?

El control de natalidad debe continuar siendo una prioridad mayor en todo el planeta. Ni la humanidad, como un todo, ni ningún país con bajos ingresos per cápita pueden jamás bajar la guardia en la vigilancia permanente de su censo poblacional.

Como tendencia a imitar, en la mayoría de los países desarrollados el crecimiento neto en su número de habitantes es cercano a cero, o negativo. Como acción preventiva a seguir, las familias de escasos recursos deben minimizar su número de herederos para poder ofrecerles tanto un razonable estándar de vida como una buena educación.

En 1999, comentando este mismo tema con algunos interesados en los tejemanejes sociales y políticos, este columnista preparó para su consideración el borrador de un proyecto con el llamativo título de “Contracción: Una propuesta para el control radical de la población”.

Contracción no encontró eco alguno entre mis allegados: Los amigos religiosos la resistieron por sus aferramientos a los mandatos de la iglesia católica; los amigos políticos la ignoraron porque los problemas del futuro no generan votos en el presente.

Innecesario decirlo, los progresos del tercer milenio en este territorio abren espacio para algún optimismo. La fecundidad femenina deseada (2.1 hijos por cada mujer) es la fecundidad requerida en un grupo social cerrado (esto es, que excluye la contabilización de migraciones), para estadísticamente reemplazar a las personas que fallecen y mantener así constante el número de los habitantes del grupo.

En el 2017, según los últimos datos disponibles, el índice de fecundidad en Colombia fue de 1.8 bebés por mujer, o sea, tres décimas por debajo de la fecundidad deseada. ¿Han perdido vigencia las ideas de Contracción? ¿Está resuelto el problema de superpoblación? De ninguna manera.

Como consecuencia del notable aumento de la longevidad (5.5 años entre el 2000 y el 2016), la tasa corriente de crecimiento de población en Colombia es todavía elevada y equivale a la adición anual de cuatrocientas mil bocas nuevas por alimentar.

Las preocupaciones de esta nota nunca deberían perder vigencia y la posibilidad futura de un exagerado número de ‘terrícolas’ atravesando dificultades sí es, en verdad, un problema del presente. Según estimativos de las Naciones Unidas, la Tierra tendrá ocho mil quinientos millones de habitantes en el 2030 y casi diez mil millones en el 2050.

Los escépticos del calentamiento global y los optimistas de su autocorrección cíclica bien podrían considerar las cifras anteriores como tolerables, en vez de intimidantes. La gravedad del problema social, sin embargo, se empeora como consecuencia del aumento excesivo del consumo per cápita, situación esta agravada por la variedad creciente de productos ‘inútiles’, cuyo derroche contribuye enormemente al desbalance ecológico.

En 1944, como resultado de un estudio sobre la problemática social y económica de la población negra en Estados Unidos, Gunnar Myrdal, el brillante sociólogo sueco, Premio Nobel de Economía en 1974, propuso una teoría geopolítica que él denominó de ‘causación acumulativa’.

Su enunciado es simple, dramático y vigente: La pobreza engendra más pobreza y, en consecuencia, las diferencias entre los países pobres y los países ricos, en vez de converger con el desarrollo hacia un sano equilibrio, serán siempre crecientes. Las sociedades pobres serán cada vez más ‘sub’, las sociedades ricas serán más “súper”. 

La teoría del doctor Myrdal se torna más punzante hoy, cuando la tecnología de información y la inteligencia artificial -las fuerzas motrices actuales del progreso y de las polarizaciones económicas- son del dominio casi exclusivo de un número limitado de naciones (Estados Unidos, China, Japón, Reino Unido, Alemania…).

El siglo XXI parece darle plena razón a la causación acumulativa. Los pobres producen menos, reciben menos ingresos, y se reproducen bastante más.

El objetivo de Contracción fue simple: Promover medidas drásticas para disminuir la natalidad en Colombia, y reducir a cero el aumento de la población, con énfasis mayor en los grupos de menores ingresos.

A la vigencia continuada de este bienintencionado objetivo es necesario agregarle ahora la responsabilidad ecológica. Si esta falta, también estamos poniendo en riesgo la supervivencia de la humanidad… bueno, quizás no de toda, pero sí sobrevendrán problemas mayores en demasiadas partes. Y si tampoco logramos detener el crecimiento desbocado de la población… Pues las víctimas del calentamiento global serán muchísimas más. Bogotá, mayo 29 de 2019

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