De la burka y el celibato sacerdotal

En cada credo hay tradiciones de origen profano que los fieles fervorosos las atribuyen equivocadamente a normas supuestamente dictadas por los fundadores de la religión. Tal es el caso de la burka que visten muchísimas musulmanas y el celibato que practican la mayoría de los sacerdotes católicos. Ni Mahoma instituyó la primera costumbre ni Jesús decretó la segunda práctica.

La burka es una prenda femenina que cubre la totalidad del cuerpo usada principalmente en los países del golfo pérsico y, en menor proporción, en todas las comunidades seguidoras de Alá en el resto del mundo. Dentro de su casa y cuando están con el núcleo familiar, las islamitas utilizan un traje corriente; la burka, que va encima de este traje, se la ponen en presencia de extraños ya sea en la calle o en su hogar. El término “burka” también se refiere –por contracción, no por extensión– al solo velo de la cara, prenda esta también conocida como “nicab”.

¿Exige el Corán la burka? La respuesta es negativa. El verso “culpable”, el 33:53, establece que “cuando pidáis un objeto a las esposas del Profeta, pedídselo desde detrás de una cortina”. Aquí no hay mucho espacio para ambigüedades pues la regulación se refiere exclusivamente a las esposas de Mahoma y la cortina debe encontrarse detrás del hombre que habla y no de la mujer que escucha. Un poco más adelante, verso 33:59, señala el Libro Sagrado: “¡Oh Profeta! Dígale a sus esposas, a sus hijas y a las esposas de los creyentes que ellas deben alargar sus vestidos”. Esta recomendación deja claramente por fuera a las mujeres solteras, distintas a las hijas del Profeta, y no específica qué tanto deben alargarse las prendas; yo supongo que el cubrimiento de cara resulta del reemplazo de la palabra “cortina” por su sinónimo “velo”.

El celibato sacerdotal católico tampoco es una imposición de Jesús y otras corrientes cristianas se desvían de esta costumbre. Los defensores del celibato se apoyan en una frase del Salvador cuando en Lucas 14:26 dice: “Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos y a sus hermanas y hasta a su propia alma, no puede ser discípulo mío”. Yo no creo que Jesús recomendara jamás a sus discípulos la aversión a las mujeres o cualquier otra forma de odio. Ahí tiene que haber un error de transcripción o Jesucristo estaba hablando metafóricamente, como lo hacía con tanta frecuencia. De hecho, San Pedro, el primer Papa, y algunos otros de los apóstoles, escogidos por el Señor mismo, eran ciudadanos casados.

La prohibición del matrimonio a los curas parece tener más raíces financieras que teológicas. La iglesia cristiana de la edad media era particularmente poderosa y sus propiedades estaban en cabeza de los monjes y los obispos. La transferencia de sus bienes a posibles herederos con el consecuente deterioro patrimonial era algo que los jerarcas con pensamiento de largo plazo quisieron evitar con la norma del celibato. Muchos pontífices llegaron ya matrimoniados al trono papal, abriendo espacios para escándalos y favoritismos; ninguno fue tan tristemente célebre como Rodrigo de Borgia o Alejandro VI, el prolífico progenitor de nueve vástagos con cinco mujeres diferentes. Tenía pues, Don Rodrigo, mucho de padre pero muy poco de santo; en un acto sin par de nepotismo, nombró como arzobispo de Valencia (España) a César Borgia, uno de sus hijos, cuando éste tenía apenas 19 años. Tras varios intentos fallidos de la Iglesia, el celibato fue rotundamente impuesto por el Concilio de Trento en el siglo XVI, unos cincuenta años después de Alejandro VI. Desde entonces los curas tienen bastantes menos hijos pero muchísimos más sobrinos. (La posición de la Iglesia al respecto es tan firme que escuché a un sacerdote célibe decir con humor: “La abolición del celibato no la verán mis hijos”).

Esta explicación, la de los orígenes del celibato, me luce bastante satisfactoria. Pero ¿de dónde salió la burka musulmana? No hay acuerdo entre los historiadores sobre su raíz cultural. Yo tengo una teoría bastante simple que espero sea cuidadosamente estudiada por los eruditos. La burka fue una idea inteligentemente concebida y exitosamente mercadeada, en algún lugar del cercano oriente, por una poderosísima asociación de feas que propendía la igualdad de derechos y oportunidades para las estéticamente menos favorecidas. ¿Y qué mejor estrategia que respaldar la idea con el Corán? Esto debió ocurrir hace unos doce siglos cuando el botox y la silicona no existían ni en la imaginación de “Las mil y una noches”.

Por fortuna, la costumbre no se universalizó y las cristianas feas no se agremiaron ni se solidarizaron con tal causa. ¡Imagínense cuán diferente sería la televisión de habla hispana si sus bellas locutoras tuvieran que cubrirse el rostro! En este mundo tan descompuesto, ellas representan la única cara amable de las noticias. ¿Vería alguien los informativos diarios si las presentadoras salieran con burka? ¡OJ-ALÁ que esto nunca suceda!

Julio 29, 2009

Compartir

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *