¿Es factible la igualdad social?

La igualdad social se materializa cuando los ingresos per cápita de los habitantes de un determinado territorio son ‘más o menos equivalentes’… Y muy pocos están lejos del promedio. Esta igualdad, sencilla de proclamar y difícil de lograr, es ofrecida, a sus potenciales votantes, por todos demagogos del planeta.

La igualdad perfecta está lejos… No se ha alcanzado ni en los Estados Unidos, el país más rico del mundo, ni se conquistó en la Unión Soviética, el ‘experimento’ socialista más grande y frustrado de la historia. ¿Son inevitables las diferencias? Parece que así fuera.

Bruce Boghosian, estudioso de las desigualdades económicas, y sus colegas de la Universidad de Tuft, Massachusetts, han desarrollado un modelo para simular los mercados libres, en una versión matemáticamente simple y conceptualmente razonable.

Sus conclusiones básicas son… intimidantes: “La inclinación natural de la riqueza es fluir hacia arriba… La riqueza está cada vez más concentrada… Y la gran mayoría de los activos terminará, tarde o temprano, en manos de una fracción reducida de la población.”

Según Oxfam, una confederación de instituciones caritativas, en el 2010, las 388 personas más ricas del mundo poseían tanto capital como la mitad de las personas más pobres. Para el 2019, ese número se ha reducido a tan solo 26.

Las conclusiones del doctor Boghosian parecen ser más la comprobación matemática de una realidad súper-compleja, sin soluciones a la vista, que la respuesta a la pregunta que encabeza esta nota. Pasarán décadas, cuando no siglos, antes de que algún país alcance la ‘felicidad igualitaria completa’. ¿Son los súper-altos impuestos a los ricos la anhelada solución? Más fácil hacer demagogia con tal ‘solución’, que ponerla en acción.

Cuando, décadas atrás, este columnista vivió en su siempre admirada Suecia, este reino era el ejemplo de mostrar al resto de la humanidad. Tage Erlander, del Partido Social Demócrata, uno de los gobernantes más admirados dentro y fuera de ese país, era entonces su Primer Ministro y había ejercido tal cargo durante dos décadas. Los logros eran impresionantes.

Sin embargo, un amigo derechista, recién graduado entonces, crítico contundente del gobierno, censuraba duramente la situación fiscal: “Los suecos pagamos en impuestos el 50-60% de nuestros ingresos; el gobierno nos devuelve la mitad, el 25-30%, en ‘generosos’ servicios sociales (salud, educación, subsidios de desempleo…), manejados por la más ineficiente burocracia, que costaba el otro 25-30%. ¡Qué pésimo negocio estamos haciendo!” Una buena proporción de los nórdicos no estaba contenta con su paraíso.

El modelo matemático del doctor Boghosian y sus asociados demuestra que la riqueza no gotea espontáneamente hacia abajo, hacia las clases menos favorecidas, como ayudado por una especie de ‘gravedad social’, sino que, por el contrario, fluye hacia arriba, concentrándose progresivamente en cada vez menos individuos, con mucho más dinero.

En consecuencia, la distribución de la fortuna en los ‘mercados libres’ (y también en las economías dirigidas, agrega este columnista) favorece a los grupos de arriba, sean oligarquías dictatoriales o financieras.  

La igualdad socialista es una farsa en los países donde el comunismo ha gobernado. Pocos años después de la extinción de la Unión Soviética, este servidor tuvo oportunidad de conversar, por largos ratos, con una excelente pianista rusa, entonces recién llegada a Cali, quien había sido amiga cercana de una hija de Leonid Breznev, secretario general del Comité Central del Partido Comunista (1964-1982).

“Los lujos de la hija del señor Breznev disfrutaba -vestidos, joyas, carros, viajes- son indescriptibles, decadentes y eran inalcanzables para la gran masa”, narraba mi fugaz amiga. El ‘paraíso socialista’ era pues el privilegio de una minúscula minoría.

El modelo del doctor Boghosian ha tenido, hasta ahora, poca divulgación. Este columnista conoció del tema en Scientific American hace apenas cuatro semanas, aunque la investigación inicial data del 2017.

Estén o no correctas sus conclusiones, las propuestas para equiparar ingresos y oportunidades, en cualquier sociedad, no son nuevas y, en teoría, nadie se opondría a ellas; siempre serán, eso sí, difíciles de implantar. Lo novedoso ahora es el respaldo ‘desapasionado’ de las matemáticas a la realidad de las diferencias. Porque los eternos activistas de la izquierda, sean moderados o radicales, sin distingos, desde siempre promueven la igualdad social, sea a través de elecciones o mediante fusiles. Con certeza, eso sí, los camaradas tardíos del planeta respaldarán las conclusiones del doctor Boghosian. Unos cuantos ya deben estar estudiando matemáticas.

Bogotá, diciembre 6, 2019

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