Este columnista, cuando ha asistido a clases o retiros de meditación, ha notado que en tales eventos el sexo femenino casi siempre conforma la mayoría de la concurrencia. Una encuesta efectuada en los Estados Unidos en el 2017 por el Departamento Nacional de este sector confirma tal observación, con cifras convincentes.
En este estudio, incluyendo las diversas denominaciones de meditación (trascendental, de atención total, meditación yoga…) se estimó en 46 millones el número de personas que en ese país meditan, así sea con poca frecuencia: 58% son mujeres y 42%, varones. ¿Por qué existe tanta diferencia en esta distribución, que debería acercarse a 50-50? Curiosamente, los beneficios de la meditación también parecen ser mayores para las mujeres, sobre todo en el tema de la salud.
Es reconocido que la meditación ha de efectuarse sin expectativa de ‘recompensas’ y que perseguirlas es contraproducente; no busquemos nada y las ‘recompensas’ llegarán escondidas. Quizás en esta área el sexo femenino también lleva ventaja y ellas siguen mejor las instrucciones.
Meditar es silenciar la mente para que la armonía interior llegue de manera espontánea; esperemos cualquier cosa y la ahuyentaremos. ¿Qué sí es necesario? Meditar, meditar, meditar… sin pensar en futuros ni pasados. “Solo aquí y ahora”.
¿Qué hay que hacer? Sentarse con los ojos cerrados, en una postura cómoda, contemplando la mente, sin juzgar sus desvaríos… Vigilar lo que aparezca y observar el silencio… El solo distraerse pensando que ‘lo estoy haciendo bien’…es ruido perturbador que ‘dañará’ el instante. Sencillísimo, en teoría; nada fácil en la práctica.
La mujeres, lo dicen las cifras significativas del estudio en Estados Unidos, son más decididas a tomar acción en este ‘proyecto’ y, en un número mucho mayor que los varones, hacen de la meditación un hábito duradero. Para crear la costumbre, ellos y ellas, después de un tiempo de semanas, no de años, deben complementar su práctica dirigida con meditación individual por su cuenta, en algún rincón tranquilo de su residencia.
Los medios, en general, son positivos y estimulantes en sus comentarios sobre la meditación y muy pocos escritos expresan dudas serias. Sin embargo, la única forma certera para que alguien interesado pueda convencerse y sacar sus propias conclusiones es… Consiguiendo un cojín cómodo y sentándose, por su cuenta, lo más pronto posible, 45-60 minutos, 5-7 días a la semana… hasta cuando se le convierta en un hábito permanente.
La falta de constancia de muchos no descalifica la práctica. Al principio, usted necesitará su mejor ‘fuerza de voluntad’ (y quizás usar asiento en vez de cojín); pero, después de algún tiempo, como fruto de su constancia, lo hará espontáneamente
Es recomendable comenzar en una escuela seria o con un instructor idóneo. Observar por largos ratos, atentamente, su respiración, sus sensaciones o sus estados mentales es monótono.
Este columnista meditó intermitentemente con muchos instructores, por varios años… Solo después de su primer retiro de silencio y meditación de varios días convirtió la práctica en un hábito, participando, eso sí, en grupos de meditación cada que hay oportunidad
¿Por qué razón han resultado y se han identificado más beneficios para el sexo femenino? Porque ellas son más abiertas al tema, parecen tener mayor inclinación a la autobservación, comparten más sus experiencias, practican más y… Le sacan más provecho a la práctica, reforzando así el círculo meditar, obtener resultados, practicar más… En cualquier caso, no hay estudios académicos que confirmen esta aseveración… O Google los desconoce. Para cerrar, y contradiciendo la predilección estadística feminista hacia el silencio meditativo, tampoco existen razones claras que expliquen otra contradicción: ¿Por qué la gran mayoría de los gurúes, los ‘maestros’ y los instructores de la meditación son del sexo masculino?
Bogotá, octubre 21, 2020